Hermanos de Dios by Jorge Zaragoza Gómez

Hermanos de Dios by Jorge Zaragoza Gómez

autor:Jorge Zaragoza Gómez [Zaragoza Gómez, Jorge]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-05-15T00:00:00+00:00


17

Los ojos azules, casi gelatinosos de Zolkov, brillaban de rabia. Tras la llamada que había recibido, era evidente que el destino de la organización pendía de un hilo, y él estaba en el centro de ese torbellino. Fuera lo que estuviera en poder de esa zorra, era de vital importancia. Había mucho dinero en juego, pero lo más importante era que su propio prestigio se encontraba en entredicho por la torpe actuación de él mismo y la de sus hombres.

El ruso daba vueltas alrededor de la sala de despiece del restaurante, las manos a la espalda. Todo se había ido al garete y las desgracias se sucedían sin cesar. En las últimas horas, las cosas no habían hecho más que empeorar. Ese maldito imbécil de Ivan la había cagado. Otra vez. Ahora se encontraba en el hospital junto a ese camello de poca monta con los que hacía negocios para sacarse un dinero extra. La policía los interrogaría. ¿Podía confiar en que ninguno de los dos abriese la boca?

Para la bratva, los chivatos eran la peor calaña. Los que se atrevían a cooperar con la justicia, recibían una sentencia de muerte ejemplar, tanto para el delator como para su familia. Pero, ¿hasta qué punto podía asegurarse de que ese par de estúpidos no se irían de la lengua? ¿Estaba seguro el negocio que tanto le había costado construir?

Poco antes había puesto la televisión para seguir el avance de los acontecimientos. Los noticieros estaban inundados de reportajes sobre el insólito tiroteo en el chalé de Calpe, donde unos traficantes rusos se habían visto envueltos. También relacionaban a Aurora Delacroix y al misterioso propietario de la vivienda con el caos que aparentemente reinaba. Aunque de momento no había nada contra él, una cosa estaba clara: Ivan y Mikhail acabarían en los tribunales. Tal vez todo quedara en que fueran encarcelados un tiempo. Pasar temporadas en el trullo eran gajes del oficio. Pero tal vez las pesquisas avanzaran y la investigación vinculara a la bratva con esas dos calamidades. Y entonces la tempestad no habría hecho más que empezar.

Por encima de todo, lo más desagradable, lo que le producía un dolor intenso, era que Aurora Delacroix había conseguido escapar. Lo había hecho otra vez. Resultaba incompresible como aquella escuálida mujer sin una pierna con apariencia de niña había podido pegar un tiro y dejar inconsciente a dos tipos como esos, acostumbrados a lidiar con la peor escoria de la sociedad. Ni en la más remota de sus pesadillas había contemplado que algo así pudiera suceder.

Zolkov se mantuvo pensativo. Un aficionado era aquel que no estaba preparado para asumir las consecuencias. Desde luego, él no se consideraba uno de ellos. Se detuvo frente a una mesa de acero inoxidable, sobre la cual descansaba una variedad de cuchillos de carnicero meticulosamente alineados.

—Viktor, ¿ha contactado ya nuestro hombre de la comisaría en Valencia? —preguntó sin mirar a su subordinado.

—Sí, jefe. Dice que mantendrá los ojos y las orejas bien abiertos. No espera que ninguno de esos dos hable.



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